historia
“Un hombre y una mujer se juntan, crean una familia, crean una manera de mantener esa familia. El arte entra en la construcción por una rendija natural. Lo que más importa en la vida es la vida. Esa colección de instantes preciosos que suceden y en los cuales nos mudamos de unos a otros, en el paso del tiempo de las generaciones. Hay casos en los que a las familias humanas se les adhieren imágenes. Imágenes producidas con instrumentos primitivos, pedazos de madera con pelos de algún animal en la punta, bien sujetados con cuerda o grapas de metal, que permitan deslizar pigmentos sobre tela; o producidas con la ayuda de cinceles, escofinas, lijas… Imágenes que nos sobrevivirán a todos y que el coleccionista ha rescatado amorosamente del estudio de aquellos que por fuerza de necesidad registran el fluir líquido de lo visual, de lo plástico.”
Alin Davidoff
¿Por qué Colección Herrera Harfuch? Tendrían ustedes que saber que porta el nombre de dos de los más grandes amores de mi vida. El primero es mi familia. Herrera es mi apellido de origen y Harfuch el apellido libanés de mi esposa, Consuelo, la madre de tres de mis cuatrx hijxs. Mi otro gran amor y por el cual existe esta página, es el ARTE.
¿Ustedes sabían que la palabra colección proviene de latín collectio y significa “conjunto de cosas de una misma clase seleccionadas por su valor o por el interés que despiertan”? Yo, Gabriel Herrera Herrera, me declaro un coleccionista empedernido, un recolector del conjunto de pinturas, dibujos, esculturas, fotografías que he seleccionado a lo largo de casi 30 años, desde el 1995. Me declaro apasionado del interés que despiertan en mí. Me declaro adicto al amor que siento por cada una de las piezas que conforman nuestra colección. Me declaro fanático de lo que cada una despierta cuando la miro y me vuelvo a enamorar de su belleza. En otras palabras, yo Gabriel Herrera Herrera llevo desde 1995 cosechando estas piezas.
Nuestra colección está conformada principalmente por artistas mexicanxs y extranjerxs nacionalizadxs mexicanxs, todxs con trayectorias tanto en carrera como en manufactura artística en nuestro país. ¿Por qué? Más bien, ¿por qué no? Éstxs han nacido entre los 30s y 80s, fundamentalmente nacidxs en los 50s. En su mayoría, las obras fueron creadas entre los años 80s y 90s.
Coleccionar arte, es una forma más de coleccionar historias, sólo que más bonita, más sensible. Nos podríamos pasar toda una vida mientras les describo todas las obras que componen a esta colección, sus formas, colores, técnicas y demás, pero como buen amante del arte, considero que no hay nada como verlo con nuestros ojos.
Hoy puedo afirmar que siempre he tenido un gran amor por el arte, desde que veía a mi madre apreciar la pintura. Ella puso la primera semilla de esa cosecha, aunque no siempre estuve cerca conscientemente de esto. Probablemente esto sea por resistencia, como la que a veces sentimos cuando somos jóvenes y sabemos que podemos enamorarnos de una persona locamente, pero nos da terror la vulnerabilidad que, sabemos, ganaremos en ese estado. Comencé a acercarme al arte hasta muchos años después y a formar lo que Alin Davidoff nombró “La casa de la obra”. ¿Y cómo la formé? Mi colección existe en gran medida gracias al apoyo incondicional de un número importante de artistas mexicanxs con lxs cuales yo comencé hace mucho tiempo un sistema muy antiguo conocido por el humano: el trueque o intercambio.
En 1993, abrimos un restaurante en la colonia Hipódromo (el cual sigue existiendo y me atrevo a decirles que tiene el mejor PATO polaco de la ciudad) y fue ahí donde poco a poco lxs artistas y yo comenzamos a intercambiar obra por consumos realizados en nuestro local. Si bien, no todas las piezas fueron adquiridas por esos medios, una gran parte del acervo sí. Algunas otras fueron pagadas parte consumo, parte efectivo. Otras totalmente en efectivo.
Yo nunca pensé ser coleccionista ni que mi familia pudiera decir que su nombre le pertenece a una de las colecciones de arte más importantes de este país. Pero como en todo, cuando las cosas se hacen con amor y no por simple economía, así sucede. De pronto, me empezaron a pedir obras para museos y exposiciones. Y es ahí cuando me di cuenta que había sucedido algo importante a través de mi relación con lxs artistas. Esta relación ha sucedido con toda naturalidad. Mucho de lo que he coleccionado tiene que ver con las interminables tertulias que he tenido con lxs artistas. Tengo que decir que uno de los regalos más enriquecedores que me ha regalado el arte es haber formado relaciones de amistad con varixs, con muchxs, con la mayoría de lxs artistas de esta colección. Con el paso de los años y los malentendidos propios de nuestra especie, se han conservado muchas de estas relaciones y otras, desafortundamente, han terminado. No sin antes, regalarme conversaciones que colecciono en mi memoria y en mi corazón, al igual que sus obras.
Otra de nuestras fortunas es que la mayor parte de las obras han sido adquiridas directamente en el estudio de su creadorx. Esto me ha regalado la posibilidad de admirar la creación encima del caballete o colgada en la pared donde fue creada. Además de tener la oportunidad de que la persona me transmita la pasión y la emoción con las que fue creada. Esto no se compara con el ofrecimiento de un galerista o vendedor de arte, nadie va a poder transmitir el sentimiento de la creación como el artífice que la realizó.
La complicidad de lxs artistas ha sido básica para la formación de la colección por dos razones: el haber podido escoger la obra en el estudio, con el resultado de haber tenido acceso a las mejores obras antes que nadie y la posibilidad del pago en especie que ya mencionamos.
Hoy, la colección cuenta con más de 1,000 obras únicas, es decir pintura, escultura, arte-objeto, cerámica. Cada una de éstas tiene más de una historia detrás, el relato de su creación pero también de su selección. Todas las obras han sido elegidas por mí y por mi familia, sin pensar en la inversión financiera. El tiempo es quien les ha ido dando o quitando su valor monetario. Y así seguirá siendo. Nosotrxs nos centramos en el sentimiento que nos invade al adquirir una pieza, el imaginarla y observarla colgada en la galería junto a las demás.
Las obras crean vínculos muy estrechos y conversan entre sí. Todas las colecciones, como las familias, tienen una vida propia, y no son sólo la suma de sus partes. Yo siempre he dicho que el amor al arte es diferente a muchos otros tipos de amor porque es a primera vista, se da o no se da, nadie te tiene que convencer. El arte te tiene que estremecer, alegrarte, satisfacerte, pero también, confrontarte con tu propia existencia, lograr que pienses y que te cuestiones. Por eso, es que la decisión final de nuestro acervo recae solamente en nosotrxs. Y todo esto, se lo debo, principalmente, a la relación tan estrecha que he tenido con lxs artistas y que de ellxs he podido aprender. Gracias a su compromiso con la realidad cruda, sus múltiples viajes hacia el mundo externo y de regreso al mundo interno sin prohibiciones y sin tratar de complacer a nadie.
De esa misma forma, yo escuché a mi corazón. A pesar de que durante varios años (80-90s) la pintura dejó de ser el medio artístico más visto en México, yo seguí sus pasos. No es casualidad que la pintura sea el medio de creación de arte que más ha sobrevivido a lo largo de la historia de la humanidad. Si habláramos de estándares de calidad, lxs buscadorxs de bellezas se han centrado básicamente en la pintura. Y sí, actualmente, existen otros y muchos medios para crear arte, todos muy valiosos. Sin embargo, cada quien debe coleccionar lo que más le apasiona. A mí, me emociona más la pintura, mucho más que otros medios y soportes.
La palabra y el concepto de la belleza siempre ha estado presente en la mente de las personas que coleccionamos desde siglos pasados. Yo pienso que la belleza es vista por cada ser humano de forma diferente. Y en la actualidad, el concepto de ésta ha cambiado radicalmente, gracias al avance de los medios y materiales que se utilizan. No digo que no pueda existir belleza en un par de pedazos de madera recargados en la pared o en un recipiente de cartón sobre un pedestal, pero definitivamente habrá que obsérvalos con otro tipo de mirada y, sobre todo, con información extra a la obviedad de una gran pintura, la cual normalmente no requiere de fichas y textos de explicación. Yo, definitivamente me quedé en el coleccionismo que entra por los ojos y no por los oídos.
En la obra de Francisco de Goya, existe una gran belleza dentro de los rostros deformes y grotescos de los personajes que conforman sus obras. En la obra de Daniel Lezama, existe, junto a las historias tan crudas plasmadas en sus cuadros. En la obra de Arturo Rivera, existe lo que el mismo ha llamado la belleza de lo terrible. Lo que imprime belleza a la obra de estxs artistas es sobre todo la propuesta auténtica que sale de lo más profundo de su alma. Hay quienes prefieren los cuadros negros o los rojos, los paisajes o los bodegones. Yo, en lo personal, prefiero la obra de lxs creadorxs que no mienten, que no son falsxs o fatuxs en sus propuestas, que hacen sus piezas porque tienen una auténtica y natural necesidad de expresión, no porque encontraron la fórmula de hacer comercio. En el coleccionismo, así como en el arte, la belleza recae en la autenticidad que sale de lo más profundo del alma.
Otro punto que hace diferente a esta colección es el seguimiento que le he dado a la trayectoria de lxs artistas. Conformar una colección, no es solamente tener una o dos obras de cada unx, sino contener parte de la historicidad de estxs creadorxs, la cual lxs represente correctamente. Si es posible, se busca tener varias obras para mostrar sus diferentes épocas y entender la envergadura de la persona artista en cuestión. De hecho, aquí entre nos, esto debe y debería ser por regla la función de las instituciones de cultura y museos mexicanos. La colección Herrera Harfuch tiene varios ejemplos de esto como Gabriel Macotela, Gustavo Monroy, Roberto Parodi, Gilberto Aceves Navarro, Pedro Friedeberg, Javier Arévalo, Daniel Lezama, German Venegas, entre otrxs. Por otra parte, sostengo que siempre será mejor tener obras maestras que de menor manufactura. Es decir: cada artista por muy talentosx que sea, crea obras excepcionales, muy por arriba de otras, y esas son las que con el tiempo, hacen más grandiosa a una colección. Un ejemplo de esto es La Marina o Babel de Gabriel Macotela.
El coleccionismo privado ha logrado reunir importantes acervos, mismos que han enriquecido las bodegas y paredes de los museos más importantes del mundo, más que nada por las donaciones de sus dueñxs al morir. Este es el caso de ejemplos como los Rothschild, J.P. Morgan, Lousine Havermeyer al Museo Metropolitano de Nueva York, Francesc Cambo Acrecento con grandes obras el Museo del Prado en Madrid, el museo Soumaya etc. Al final lo más interesante de estxs coleccionistas es que, en su mayoría, seleccionaron y adquirieron las obras por auténtica pasión y amor al arte. Claro, es muy probable que también existiera en ellxs una dosis de vanidad, demostración de poderío económico y status social, pero, al final y esto es lo maravilloso, el resultado fue una reunión de visiones profundas de diferentes épocas, fue una recolección de la historia de la humanidad. No olvidemos que lo que lxs artistas crean es un reflejo de los valores, gustos y necesidades de las sociedades en el momento que ellxs realizan sus obras. El coleccionismo privado ha demostrado a través de los tiempos que tiene mucho que decir cuando las instituciones oficiales callan y esto no es sólo en México sino a nivel mundial. Por lo mismo, es un gran peligro para ciertos sectores, pero un alivio para otros. El arte tiene la capacidad de elevar el espíritu y alterar el estado de ánimo siempre en los términos más positivos.
Para finalizar, es importante mencionar que una buena parte de este acervo estuvo colgado durante varios años, en un departamento en la colonia Hipódromo. Era ahí donde me reunía a conversar con las piezas. Después del terremoto del 19 de septiembre de 2017, tuve mucho miedo que el edificio fuera de los afectados de la zona por lo que me vi con la necesidad de sacarla de ahí y ponerla bajo resguardo en otra parte de la ciudad. Desde ese entonces, no he vuelto a ver colgada mi colección (por el momento). Una de las intenciones de esta página es poder volver a compartir, con cualquier persona, los pasillos que la componen. Si bien no hay nada como ver una obra en vivo y en directo, es una forma de prestar mis ojos, la mirada de un enamorado del arte que daría todo por volver a recorrer la Colección Herrera Harfuch.
Muchas gracias por estar aquí. Con cariño,
Gabriel Herrera Herrera.